A una mujer la debes amar por partes. Lo
físico debemos saber ante todo que todos los labios son para besar y ser besados,
succionados, mordidos, chupados, y cuando hay problemas de amor, curados. Toda
piel que tenga la mujer (expuesta o no) es para ser tocada, acariciada, hacerla
sentir que esa piel es la entidad más suave, bella, sublime que podemos
alcanzar en el instante. Siempre será necesario contar y medir, cuántos lunares
tiene la espalda, cuántos besos hay entre pezón y pezón, cuantas nalgadas para
humedecerla, cuántas miradas enamoradas para el sosiego del corazón (sí,
enamoradas, de esas en que parecemos un borreguito que busca a su madre a media
noche).
Después podemos comenzar por el intelecto, no
es por tener siempre algo que contar, por demostrar cuán viva es nuestra vida
social y académica, pero si es necesario reconocernos y dejar ver que nuestro
mundo se complementa en cada discusión, que los celos nos hacen evidente la
necesidad que ella tiene, el capricho que en el momento desea sea cumplido, se
debe saber la perversión llevada al punto máximo cuando las palabras vuelan
hacia sus oídos. Tocar la noche entera con la voz a esa mujer te dejará el
camino abierto para trascender en su imaginación, y que maravilla poder ser ese
recuerdo que le viene a la mente cuando se masturba dulce o salvajemente. Mas
no hagas bulla de un intelecto o de alguna lectura poco usual pues quien es
soberbio solo enamora a su propio ego, y por tiempo limitado.
El siguiente punto, y al cual llegamos
siempre de manera inadvertida es estar en aquel espacio luminoso de su mente,
te sabes en trascendencia cuando el día entero la imagen de aquella mujer te
sublima las acciones más cotidianas, y al llegar a verla, sus ojos reflejan la
misma sensación, el mismo sentimiento, un día entero pensándose al unísono. A
eso quizá le quisiera llamar amor.
(21052014)
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