martes, 23 de abril de 2013

Rarezas


Quedarse sin ellos, sin ellos, sin nada, sin nadie.
Sin la madre, sin el padre. Sin el amo, sin futuros hijos.
Sin el amante
Pero también sin el sol, este sol;
Sin esas nubes, flacas, esmirriadas, a tono con el país;
Sin esos pobres, avergonzados, legítimos restos de la pasividad;
Sin la rutina (bendita, querida, dulce, afrodisíaca, abrigada, perfecta rutina);
Sin la minuciosa lectura nocturna frente al ventanal hacia la calle;
Sin esos vértigos dulzones que sobrevienen con dos días de no mirarte;
Pero sobre todo al mirar al cielo;
Sin esta gente apurada
-feliz porque no sabe nada de sí misma-
que corre a mentirse, a asegurar su butaca en la eternidad
o a comentar el encantador heroísmo de los otros;
Sin el descanso como bálsamo
Sin los libros como borrachera
Sin el alcohol como resorte
Sin el sueño como muerte
Sin la vida como vigilia
-¡momento!-
Sin la vida simplemente

(Mario Benedetti... modificado para ti)



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