Esa noche la hoguera
reconfortó la carne.
Con cada astro
caían pensamientos.
El bosque era una astilla
bañada por la luna.
Las raíces oscuras
estrangulaban piedras.
Por la mañana
el calor de la hoguera
se transformó en ceniza
En el alma
los tizones ardían
con su aliento de súcubo.
Roberto Vallarino
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