“Un monstruo me persigue. Yo huyo.
Pero es él quien tiene miedo, es él quien me persigue para pedirme ayuda”
Alejandra Pizarnik
Son impresionantes las
sensaciones que vuelven a despertar en mí, no sé cómo expresarlas, ni cómo
explicarlas –quizás esto último es lo que menos me interese– sin embargo no cae
en mí la duda de que esto que va sucediendo en mi vida cambiará de manera
diametral los planes o imaginarios que concebía sobre mí en un futuro.
Mi Soledad ha sido compañera
de años y años en mi vida, no es algo procurado sin embargo es quien se ha
allegado a mi ser, y ahora que la veo invadida, la veo incómoda y exigiendo
quizá el resquicio de libertad que tenía me pregunto si deseo seguir con ella
así por el resto de mi vida. Hace unos días me comentabas que tenía que hablar
con Janet sobre qué le pasaba con sus reacciones, sobre cómo estábamos llevando
nuestra amistad y plantear de manera clara la situación nueva en la que ahora
me encuentro (al menos esto es lo que entendí, te he de confesar). De aquí me
han surgido muchas dudas, pues de repente me vi armando el diálogo soliloquio y
terminé cuestionando a Soledad, quien de primera vista no habría tenido que ver
en este vaivén de actitudes y malentendidos, y que sin embargo es la principal
promotora de mi inseguridad y de esa gran incapacidad de decir NO.
Para serte sincera me sigo
preguntando ¿Qué quiero?, no sé respuestas precisas por el momento, sin embargo
si te puedo adelantar que no quiero compartir mi neurosis contigo, no quiero
que la cargues, no te toca, ni siquiera tendría que estarla cargando yo. No
quiero transmitirte ni descargar en ti los miedos que durante años y
experiencias me han dejado dolida y triste, melancólica y dubitativa. No quiero
que seas parte de ese mundo de miedos que me llena día y noche y que lleva más
de 6 años alimentando mi espacio.
Tampoco quiero saberme tu vida
al dedillo, no necesito comprender por qué eres como eres, al menos no todo
aquello que deviene de pasados dolorosos. Quiero curar tus heridas, es cierto,
pero no siempre debo saber las causas concretas, pues eso me genera problemas,
tengo inseguridades tan grandes que mi
confianza se abruma y se esconde. Me has sido sincero, lo admiro y lo
agradezco, y por ende sé en parte a qué le estoy entrando, a que me arriesgo, y
lo elijo por ganar, y ganar para mí, ahora es estar a tu lado, compartir
caminos y vida.
Elijo compartirme, quiero
estar contigo, pero me queda la gran desconfianza del abandono, te soy sincera
y lo siento, me aterra el despertar y no saber más de ti, no sé dónde
encontrarte, no sé dónde estarás mañana, no sé bien a bien quien eres más allá
de quien eres conmigo. Estoy aterrada. Te creo ciegamente cuando me dices que
me amas, es recíproco, pero entiende tanto que siento y no tengo la más
chingada idea de cómo se aminoran esas sensaciones. Sí, soy como un ñú en
estampida, eres un león que corre tras de mí y no quiero huir pero no sé cómo parar.
Te pido paciencia, apoyo,
comprensión, mucho cariño (no soy la feminazi agria y amargada que creíste en
Santo Domingo) soy cariñosa, aunque sea una zarigüeya (no soy mamut) tengo
sentimientos. No estoy acostumbrada a negociar porque nunca en mi vida he
tenido que negociar nada, nunca he querido ceder mi espacio y cuando lo hice
las cosas resultaron demasiado mal, ya sabes.
No cedo espacio, lo comparto,
es tuyo pues ceder en cierto modo implica una renuencia y yo no la tengo,
quiero estar contigo, y espero tu respuesta, ya van dos respuestas que me
debes.

