por Rodrigo Quesada
Monge
"El Estado es
el altar de la libertad política que,
como el altar de la religión, está concebido
con el solo propósito del sacrificio humano".
EMMA GOLDMAN1
como el altar de la religión, está concebido
con el solo propósito del sacrificio humano".
EMMA GOLDMAN1
PRESENTACIÓN.
Resulta a todas luces incuestionable, la
necesidad que hoy tenemos de conocer mejor a nuestras mujeres de ideas. No
tanto por un prurito anti-machista ciertamente postizo a veces, y otras
oportunista e inconsecuente, sino porque el redescubrimiento que cada vez
hacemos de ellas, nos acerca de manera más efectiva a la comprensión cabal de
los fundamentos de la cultura occidental. Entre esas grandes mujeres, como
vereemos, hay mujeres de acción, otras de pensamiento, artistas y
contemplativas, y la gran mayoría, las sufrientes, que enfrentan su
cotinianidad con la incertidumbre de un futuro nada más que lleno de promesas.
Emma Goldman fue todas ellas a la vez. En este ensayo pretendemos acercarnos a
esta entrañable luchadora, una de las grandes forjadoras del siglo XX, con el
criterio de que la objetividad no tiene lugar en este tipo de tratamientos.
Para el historiador del siglo que termina, la pasión, la subjetividad y la
imaginación, son fundamentales para poder construir unos testimonios históricos
que reposen sobre la base cierta de la modestia y la consistencia, que deben
caracterizar al humanista y al investigador social; en este caso al historiador
de las ideas.
Con este trabajo queremos rescatar el ideario anarquista de la ilustre
pensadora judía, articulando nuestro análisis sobre cuatro ejes esenciales;
ellos serán los siguientes:
1.
Anarquismo
y marxismo: Emma Goldman y el estado soviético.
2.
Anarquismo
y feminismo: Emma Goldman y la "mujer nueva".
3.
Anarquismo
y romanticismo: Emma Goldman y el amor libre.
4.
Anarquismo
y utopía: Emma Goldman y los totalitarismos.
Como en otros ensayos nuestros, el grueso de la bibliografía es en
lenguas extranjeras, en vista de que son excepcionales los textos de Goldman
traducidos al español. De tal manera que, éste bien puede ser concebido como
una introducción al pensamiento de la mujer, al mismo tiempo que una puesta a
punto con muchas de las profecías y pronósticos que hubiera hecho en su momento
sobre el futuro, ya conocido por todos, del estado soviético.
ANARQUISMO Y MARXISMO: EMMA GOLDMAN Y EL ESTADO SOVIÉTICO.
Empecemos por
aclarar un par de cosas:
1.
El
anarquismo, antes que una constelación de propuestas sobre la política y la
sociedad, es una forma de vida, en la que privan sobre todo la defensa más
intransigente de la libertad individual, y una combatividad feroz contra
cualquier manifestación de autoritarismo e intolerancia2.
2.
El
marxismo, junto a una propuesta política y social, es también una forma de
vida, la cual reposa, en su versión leninista y soviética, sobre una idea del
estado como el instrumento infalible para construir la felicidad de hombres y
mujeres, en una sociedad donde la lucha de clases haya desaparecido3. Con estos
dos postulados en mente, será un poco más fácil construir esta sección del
ensayo, puesto que no es posible comprender las críticas que hará Emma Goldman
al estado soviético, si antes no tenemos una idea general del enfrentamiento
teórico y práctico entre anarquistas y marxistas, que permea a toda la
revolución rusa.
El debate entre anarquistas y marxistas se remonta a la fundación de la
Primera Internacional de los trabajadores (1864-1876). No olvidemos que el
perfil ideológico y político del anarquismo se lo debemos en gran parte, a los
revolucionarios franceses de la segunda parte del siglo XVIII, y en particular,
a los más brillantes y osados de la segunda parte del siglo siguiente4.
Reducir el enfrentamiento a los vicios personalistas de Karl Marx
(1818-1883) y de Mikhail Bakunin (1814-1876), es limitar demasiado el verdadero
impacto de las distintas maneras de ver el mundo que ambos tenían, sobre la
estructura institucional de la primera organización internacional de los
trabajadores. Para Marx, quien no dejó escrito nada sistemático sobre el
partido o la política, puesto que sobre tales aspectos sólo tenemos fragmentos
suyos, algunos panfletos y sobre todo cartas, el establecimiento de la sociedad
socialista significaba la destrucción de la maquinaria estatal burguesa para
que pudiera ser sustituida por una de naturaleza obrera5. En fin, como decía
Bakhunin, para los marxistas era imposible alcanzar la idea de deshacerse del
estado, en cualquier de sus expresiones o texturas6. Ese, junto a los aspectos
organizativos y culturales, serían los puntos nodales de la controversia entre
anarquistas y marxistas, que se prolonga hasta la actualidad. Sin embargo, hay
uno en el que ambos dijeron muy poco, o dejaron mucho por decir: nos referimos
al papel de la mujer en una sociedad sin estado. Puesto que Marx, con
frecuencia, habló de que habría un momento en el que las clases sociales y el
estado, simplemente se evaporarían7, dejando con ello abierto el camino hacia
una sociedad donde las diferencias de cualquier índole desaparecerían8.
Para Bakhunin por otra parte, el asunto no era tan simple, puesto que la
abolición del estado y de los conflictos sociales, implicaba antes que nada una
transformación en la conciencia de los hombres y de las mujeres, respecto a los
temas fundamentales sobre los cuales se levantaba la civilización occidental,
tales como la libertad de las emociones, el nuevo papel de la mujer, el
problema de los tabúes sexuales, la construcción de las inhibiciones,
especialmente atendidas por las religiones, y finalmente la presencia del
estado como mecanismo represivo y desarticulador de la libre expresión de la
individualidad de las personas9.
Resulta que el desacuerdo entre marxistas y anarquistas iría a estar
vigente hasta nuestros días. Marx creía en la necesidad de un partido comunista
como eje integrador de las necesidades de la clase obrera, para que con la toma
del poder se encargara del desmantelamiento del aparato de estado burgués,
según le había enseñado la particular experiencia de la Comuna de París en 187110.
Bakhunin, como la mayoría de los anarquistas, creía en la espontaneidad
de las masas, en su poder e imaginación revolucionarias, en tanto que
dispositivos suficientes y necesarios para provocar una situación de cambio
violenta y radical. En realidad, los grandes enfrentamientos entre los
anarquistas de inspiración "bakuninista" y los marxistas, al interior
de la Primera Internacional de los Trabajadores, no fueron entonces motivados
por los posibles problemas de personalidad que pudieran haberse presentado
entre Marx y Bakhunin, sino en esencia, por una concepción de la revolución
irreconciliable con respecto a la otra11. Con la fundación de la Segunda
Internacional de los Trabajadores (1889-1914), en la cual Frederich Engels
(1820-1895) se convertiría en el principal publicista, no siempre muy acertado,
de las ideas de Marx, los anarquistas terminarían relegados a un segundo plano,
y el pensamiento del último se impondría de una vez por todas, como el mejor
elaborado y edificado para darle cauce a las ideas de los trabajadores en su
lucha contra los patronos12. Algunos escritores sostienen hoy que en realidad
el pensamiento de Bakhunin es la síntesis de las ideas políticas de Proudhon
(1809-1865) y de las económicas de Marx13.
La Primera Guerra Mundial (1914-1918), sin embargo, sería un serio
mentís a este aserto, puesto que los mismos trabajadores se dividirían unos
contra otros, ante la incertidumbre que el problema nacional les había arrojado
a la cara con la guerra14. La Revolución Rusa brindó una nueva esperanza y una
motivación especial para los anarquistas que seguían creyendo en los proyectos
revolucionarios de naturaleza espontánea y radical. Algo así le sucedió al
principio a Emma Goldman (1869-1940).
Desde que la noche de la masacre de los huelguistas de Chicago en 1887,
la hizo ver con claridad donde estarían sus ideales políticos y sociales para
el resto de su vida, algo que de forma casi idéntica le sucedería a Voltairine
de Cleyre (1866-1912), Emma Goldman se convirtió en la pensadora para la cual
las causas humanísticas siempre tendrían la prioridad15. Como la anarquista
norteamericana también, para la emigrada rusa la causa del pueblo cubano en
1898 por ejemplo, era motivo de la mayor movilización imaginable16. Desplegando
una energía asombrosa Goldman recorrió varias ciudades de los Estados Unidos,
para denunciar la política imperialista del gobierno de este país con relación
a la guerra que tenía lugar en la isla del Caribe; y para recoger fondos que
les permitieran a los luchadores cubanos continuar hasta el final por la causa
de su independencia17.
De la misma forma haría con el asunto de la revolución rusa. Antes de
volver a su patria, donde estuvo entre los años 1920 y 1921, la causa de los
bolcheviques había logrado aglutinar un importante apoyo entre los circulos
políticos, sociales e intelectuales de la izquierda radical emigrada
norteamericana18. Y en militantes del calibre de Goldman, a pesar de la enorme
repugnancia que les producían los desplantes estatistas inspirados en el
marxismo de los bolcheviques, la revolución rusa había encontrado a fieros y
responsables defensores de la causa del proletariado19.
Para Goldman, Lenin (1870-1924) y Trotsky (1877-1940), eran solamente
dos políticos obsesionados con el control de la maquinaria del estado, y la
revolución rusa no era necesariamente la revolución bolchevique. Esta
diferenciación, que a simple vista suena como muy convencional y oportunista,
era fundamental para entender las eventuales críticas que la anarquista rusa le
haría a los procesos que estaban sucediéndose en su país desde julio de 191720.
Entre 1905 y 1917, los cambios sociales y políticos que se acumulaban en
la vida cotidiana de los rusos, habían sido motivo de estudio concienzudo por
parte de los anarquistas propios y extranjeros. Sin embargo, los
acontecimientos que se precipitarían entre julio y octubre de 1917,
convertirían a los anarquistas en muchas ocasiones, en observadores críticos y
distantes de algo que realmente no compartían en su totalidad.
El proyecto revolucionario que pensaban construir los bolcheviques
estaba sustentado en una rara fórmula, en la cual los ingredientes tomados del
marxismo, de incuestionable procedencia occidental y judeo-cristiana, hacían un
explosivo collage con el inveterado despotismo oriental, de una cultura
heredera de las más duras tradiciones bizantinas. Para los rusos el enfoque
mesiánico de los cambios que tenían que operarse en su sociedad estaba
indisolublemente atado a la invocatoria infalible de un líder iluminado, que
los rescataría de las garras de los explotadores y opresores, mal enquistados
en la venerable tradición zarista, la cual se remontaba a unos trescientos
años, y que durante el mismo período de tiempo, había recibido las bendiciones
y buenaventuranza del cristianismo ortodoxo21.
De tal manera que entre 1880 y 1920, los pensamientos liberal, populista
y anarquista rusos se encontraron con que sus sólidas raíces
europeo-occidentales, no tenían un terreno bien abonado para que sus utopías y
sus vigilias oníricas se expresaran en el ideario que autores como
Chernichevsky, Tolstoi (1828-1910), o Dostoievsky (1821-1881), ya habían
vislumbrado como necesario en Rusia, para que se acercamiento a Occidente
tuviera sentido22.
La llegada de los bolcheviques al poder es perfectamente armoniosa con
esa tradición, absolutamente rusa e irrepetible en ninguna otra parte, pero al
mismo tiempo la contradice en sus esencias de mayor especie occidental. Es esta
paradoja, la que una autora como Goldman trata de dilucidarnos cuando nos
establece la diferencia entre revolución rusa y revolución bolchevique. De gran
poder explicativo, la misma le sirvió mucho también a un historiador de la
eminencia de Edward Hallett Carr, para construir su obra monumental sobre la
Rusia soviética23. En ella, como en los trabajos de Goldman, hay una gran
preocupación por rescatar los cambios que se operaron en la cotidianidad de los
rusos con el proceso revolucionario, que a simple vista pareciera haber sido
catastrófico, pero que en realidad dejó muchas cosas viejas intactas24. Emma
Goldman apuntaba con gran sabiduría que la historia la construyen los hombres y
mujeres con sus luchas cotidianas, sus frustraciones, sus pasiones y sus
esperanzas más recónditas, y no los historiadores con sus vicios, prejuicios y
distorsiones, propios de una disciplina humanística sujeta al riesgo de que la
realidad siempre le resulte más rica que todo su aparataje pseudocientífico25.
Pues bien, eso fue precisamente lo que ella regresó a buscar a Rusia: la
frescura de la utopía, aceitada con la fuerza de la esperanza de una
cotidianidad construida con el dolor y el sufrimiento. Ya ella había probado,
como diría su amiga Voltairine de Cleyre, que estaba construida con la madera
de los luchadores tenaces y testarudos26. Pero el choque que se llevó la
dejaría marcada por el resto de su vida. La utopía bolchevique era simplemente
una farsa burocrática.
Con una sorprendente visión y un agudo sentido de la realidad política,
la mujer ya se había acercado a la verdadera naturaleza del estado soviético.
Antes que Trotsky, se atrevería a denunciar la textura burocrática, represiva e
intolerante de las principales instituciones soviéticas. Es más, algunos de sus
vaticinios hoy se han cumplido a cabalidad. Por eso la relectura de Goldman se
impone como un requisito para una mejor y más rica comprensión de lo que hoy
está sucediendo en la vieja Unión Soviética. Pero donde es más aleccionadora su
enorme potencia visionaria, es precisamente en el asunto del papel jugado por
las mujeres en la construcción de este tipo de sueños. Sus enseñanzas a ese
respecto siguen teniendo una vigencia iluminadora.
ANARQUISMO Y FEMINISMO: EMMA GOLDMAN Y LA
"MUJER NUEVA".
Emma Goldman amó a muchos hombres. A lo largo de su prolífica vida tuvo
muchos amantes y siempre supo expresarse de ellos con gratitud y gentileza27.
Pero eso no implicó nunca que dejara de tener hacia ellos, una actitud
maternal, la que no siempre fue bien recibida por algunos de sus compañeros de
lucha o de alcoba. Por eso es tan fácil sostener que el feminismo de Emma
Goldman está totalmente articulado a su visión de la vida. Nunca fue una pose
política o una mascarada liberadora, que promoviera la defensa de algunos
valores y a otros los dejara como estaban.
Cuando critica al estado soviético lo hace de forma integral, no por
partes. Y esas críticas por ejemplo incluyen la condición de la mujer, de la
familia, del matrimonio, del amor libre y de los niños. Todos aspectos
ligeramente modificados por los bolcheviques, quienes a veces encontraron muy
duro desprenderse de la plataforma dejada por los Zares en lo que respecta a
las relaciones de pareja, a las condiciones de género y a la discriminación de
las minorías, como los homosexuales, a los que Lenin y los suyos persiguieron
de una forma feroz28.
Emma Goldman reflexionó mucho sobre la "mujer nueva", y
algunas de sus afirmaciones no fueron muy bien recibidas; tal vez mal
comprendidas, debido a lo avanzado de sus propuestas, que ni los mismos
miembros de su comunidad religiosa, los judíos, entendían o aceptaban por
completo. Para un grueso importante de la intelectualidad migrante
norteamericana de los años veinte y treinta, la revolución rusa representaba un
avance tangible hacia los ideales por los que habían luchado muchos años. Sobre
todo por las mujeres, dicha revolución fue recibida con mucho calor y
expectativas.
No olvidemos que Emma Goldman había nacido (1869) en la provincia de
Kovno (Lituania) en Rusia, y que su ascendencia judía sería un ingrediente
fundamental para comprender su enorme capacidad de lucha y de espíritu solidario29. Recibió una educación de fuertes raíces eslavas
y alemanas, entre las provincias de Kurlandia y Köenigsberg en la Prusia
Oriental. Entre los trece años y los diecisiete trabajó en distintas fábricas
en San Petersburgo, hasta que en 1885 decidió trasladarse a los Estados Unidos
con su hermana Helena, un apoyo emocional decisivo por el resto de su existencia30.
Después de la masacre de Chicago de 1887 la mujer se vinculó de lleno
con el mundo del pensamiento y de las acciones del anarquismo norteamericano.
Ahí entró en contacto con figuras notables como Alexander (Sasha) Berkman
(1870-1936) y Johan Most (1846-1906), quienes jugarían un papel fundamental en
su vida. Entre 1889 y 1919 Emma Goldman se dedicó a realizar una labor
incansable de propagandista por varios estados de la unión americana, ejerció
como enfermera, estuvo presa en diversas ocasiones por sospechas de
conspiración, pero siempre se hizo presente en los debates teóricos y
metodológicos más importantes del anarquismo de la época. Publicó una serie muy
valiosa de ensayos críticos sobre el drama contemporáneo, pues sostenía que en
él estaban en gran parte las ideas políticas más relevantes de la primera parte
del siglo31.
Entre 1920 y 1921 estuvo en Rusia, donde quiso presenciar de cerca los
supuestos cambios que traería consigo la revolución bolchevique, un viaje
producto mayormente de su deportación de los Estados Unidos, a raíz del
constante acoso que la policía ejercía sobre ella por sospechas de asociación
ilícita para conspirar. Los años de 1922 a 1928 fueron dedicados a la redacción
de uno de sus libros más importantes, Viviendo mi vida, sin el cual
difícilmente comprenderíamos algunas de sus preocupaciones y de sus sueños más
apreciados.
Pero los afanes de Emma Goldman sobre el papel que las mujeres deberían
jugar en la construcción de la nueva sociedad serán muy difíciles de ponderar
en su justa medida, si nos desprendemos del contexto en el que ella tuvo que
vivir y pelear. Es más, algunas de sus ideas críticas sobre los fracasos de la
revolución bolchevique para devolverles la libertad a las mujeres son el
producto, no tanto de sus intensas y profundas lecturas, como de su experiencia
personal. Su padre, Abraham Goldman, quiso casarla a la edad de quince años, y
en esa ocasión su rechazo rotundo al intento sentó el precedente de lo que
sería la vida de Emma, repleta de luchas y controversias por defender los
derechos de la mujer a involucrarse con quien realmente amara32.
Emma Goldman es una pensadora visionaria y de una considerable potencia
premonintoria, pues muchas de sus ideas y de sus propuestas de los años veintes
y treintas serían todavía motivo de discusión y conflicto en los años ochentas
y noventas. Para ella era imposible una sociedad libre y verdaderamente humana,
si el estado iba a seguir en control de los aspectos fundamentales del
desarrollo de una persona. Sobre todo cuando se trataba de las mujeres. A este
respecto podemos agrupar las ideas de Goldman en tres grandes temas:
o
El
matrimonio.
o
Los
niños.
o
El
aborto.
Siempre creyó que el matrimonio era una desgracia, no sólo para las
mujeres sino también para los hombres. Para ella, no existía ninguna relación
posible entre el matrimonio y el amor. Su razonamiento partía de la base de que
aquella institución estaba concebida para sacrificar a las mujeres en el altar
de la maternidad, y para estrangular toda posibilidad de independencia y de
creatividad personal en ellas. El matrimonio había sido ideado por los dos
grandes monstruos de la sociedad contemporánea: el estado y la religión.
Solamente cuando los hombres y las mujeres entendieran al fin que una pareja
debía unirse con el único propósito de crecer juntos en todos los terrenos
posibles, sería posible remontar los objetivos sordidos para los cuales la
sociedad burguesa había inventado el matrimonio33.
El cuido de la prole y las atenciones a la perentoriedad sexual de la
pareja, en este caso del varón, parecían ser los fundamentos sobre los cuales
reposaba la idea del matrimonio. La reproducción de la fuerza de trabajo, de
los soldados y de los empleados que necesitaba la maquinaria estatal, hacían
que la labor maternal de la mujer adquiriera un sentido casi heroico. En este
caso, el matrimonio estaba más que justificado. Sobre todo cuando la religión
encontraba en los instintos naturales de los seres humanos algo asqueroso y
repugnante. A la mujer en particular, le estaba vedado el disfrute pleno de su
cuerpo, pues no le pertenecía ni a su compañero, ya que en última instancia
quien decidía el propósito de la maternidad era el estado. El varón por su
lado, era cómplice con el estado de la expoliación que se hacía con el cuerpo
de la mujer. En este asunto la conspiración no podía ser más completa. El
aborto, de esta manera, tendría que ser prohibido de forma rotunda, pues
contradecía los basamentos éticos de la tradición judeo-crisitiana, los cuales
indicaban que el propósito esencial para el cual las mujeres habían venido al
mundo era para ser madres34.
En muchas ocasiones Emma Goldman tuvo que ser sacada de los salones de
conferencias y de algunos "mitines" acompañada por la policía, pues
sus puntos de vista resultaban intolerables para la "sociedad
puritana" como ella la llamaba. Promover y defender el aborto, significaba
indicarle al estado burgués que el cuerpo le pertenecía a las mujeres y que
podían hacer con él lo que les viniera en gana. Era decirle al pueblo culto y
civilizado que traer hijos al mundo, educarlos y atenderlos como verdaderos
seres humanos, implicaba sustancialmente la toma de una decisión consciente y
responsible por parte de la pareja o de la persona interesada en dicho
proyecto, no del estado o de alguna iglesia que predicara la maternidad como
una función al servicio de la sociedad civil.
Cuando Emma Goldman habló de la "mujer nueva",siempre nos
invitó a ver más allá de lo que nos tienen acostumbrados los procedimientos
convencionales para analizar y comprender el papel la mujer en la sociedad
civil. Ella creía que la lucha por la liberación del amor, los sentimientos y
las emociones, pasaba por la destrucción del estado. Su lucha incondicional por
la más absoluta y total libertad, en materia de derechos civiles, sexuales,
culturales y personales llegó a veces a profundidades que muchos intelectuales
anarquistas de la época no lograron comprender en su totalidad.
Con frecuencia se opuso a que las mujeres se entregaran tanto en la
conquista del derecho a votar. La dedicación y la pasión que se había puesto en
esta batalla, decía ella, no era proporcional a los resultados que se esperaba
obtener. Las sufragistas le parecían damas de la buena sociedad creyendo que
con la obtención del voto, podrían superar a los hombres y mejorar la sociedad
y la civilización ahí donde ellos habían fallado tan estrepitosamente durante
los últimos dos mil quinientos años. Las obsesiones parlamentaristas le
parecían ridículas e inútiles, ya procedieran de hombres o mujeres por igual35.
El sufragismo le parecía estéril si con él no venía una modificación
sustancial en el sitio ocupado por las mujeres en la sociedad burguesa. El voto
sólo les permitiría hermanarse con los hombres en la explotación salarial de
que éstos eran víctimas, sin cambiar o eliminar en el fondo la verdadera raíz
de aquella: la sociedad capitalista y el estado burgués. La emancipación de las
mujeres en estos casos evocaba para Emma Goldman, un ajuste en la situación
civil que dejaba intactas la humillación, la mercantilización y la opresión de
que habían sido objeto por siglos. El voto no cambiaba para nada dicho
panorama.
En la nueva sociedad que soñaban Emma Goldman y muchos otros anarquistas
como ella, la mujer nueva sería capaz de tomar sus propias decisiones,
concernieran éstas a su vida personal o civil. Sus elecciones sexuales vendrían
motivadas por una perfecta salud espiritual y física donde sólo fueran válidos
el amor y el placer. La maternidad en este caso, sería también una elección
libremente escogida. Ni el estado ni la religión decidirían sobre un asunto que
pertenecería a la más absoluta y responsible libertad personal.
La labor de propagandista y de promotora de los derechos civiles y
personales de las mujeres, llevó a Emma Goldman a viajar mucho. Sus frecuentes
viajes a Europa y a todo lo largo y ancho de los Estados Unidos, le granjearon
una fama útil pero muy peligrosa al mismo tiempo. Entre 1906 y 1918 la
editorial, la revista y el boletín Mother Earth (Madre Tierra),
encargadas de distribuir material impreso, y de promover los principios más
preciados del anarquismo, fue blanco constante del acoso y la irrespetuosa
actitud de la policía norteamericana. Incautación regular de algunos de los
números publicados, encarcelamiento de Emma y otros miembros del personal, así
como las amenazas permanentes de deportación fueron los recursos utilizados por
una policía corrupta y feroz, que siempre encontró en estos notables luchadores
a idealistas dispuestos a todo con tal de hacerse oir.
Esa mojigatería política y cultural estuvieron disciplinadamente bajo el
fuego de la mordacidad analítica de Emma Goldman y sus compañeros. Sus agudas
críticas al patriotismo, al puritanismo, a la persecución de las minorías, y a
la subestimación de las luchas civiles de las mujeres por razones sexuales, la
convirtieron en una figura atractiva y relevante pero muy peligrosa del
escenario político norteamericano de la primera parte de este siglo. La
tragedia de la emancipación de la mujer moderna, decía Emma Goldman, radicaba
en que ahora ella podía escoger su profesión, su horario de trabajo, y
finalmente sus condiciones de explotación. Con triste ironía podía notarse que,
después de una larga jornada de trabajo en la fábrica, en la oficina o en la
mina, la mujer emancipada tenía que continuar sus labores en la casa, donde la
esperaban sus hijos, su marido, sus hermanos y todos aquellos que argumentaban
y defendían el derecho de la mujer a la libre contratación del trabajo, a la
huelga y a la jornada laboral de ocho horas36.
Pero el proceso emancipatorio estaba incompleto si sólo se aspiraba a la
liberación de los tiranos externos. No eran éstos en realidad los verdaderos
opresores. La inhibición interna, los prejuicios, la moralidad tiesa y una
religiosidad vacua y represiva, hacían que las mujeres tuvieran serios
problemas para integrarse realmente en la construcción de un proyecto de
liberación en que ellas mismas fueran sujetos y objetos del mismo37.
Para Emma Goldman las mujeres eran más propensas a las supercherías
morales y políticas de la sociedad burguesa, repleta de fetiches
institucionales y espirituales que les impedían tomar en sus propias manos el
proceso de su liberación interna. Por eso le parecía un insulto que se las
hiciera creer que con el voto ganarían el derecho a la libertad y a la igualdad
en las luchas civiles con los hombres. Si la propiedad era un robo, las mujeres
no eran dueñas de sus propios cuerpos; si la religión buscaba dominar la mente
humana, las mujeres eran los seres humanos más religiosos; si el gobierno
pretendía controlar la conducta de las personas, las mujeres eran muy fáciles
de manipular. En todo caso, la mayor aspiración de los anarquistas era
devolverles a las mujeres el control sobre su propio cuerpo, su alma y su
voluntad, cosa que también era el gran sueño de los varones que creían en la
posibilidad de una sociedad donde las iniciativas, las esperanzas y los
proyectos no tuvieran que pasar por la aprobación de una oficina de censura.
Pues bien, el feminismo de Emma Goldman se curtió en las luchas
callejeras, en las prisiones y en los debates cotidianos contra hombres y
mujeres también, que la vieron como un monstruo de la conspiración o como un
ángel de la liberación. Ninguno de los dos enfoques es cierto. Pero sí estamos
tratando con una mujer que tenía perfecta claridad sobre los objetivos
políticos, culturales e ideológicos por los que estaba combatiendo. Tanto así
como para atreverse a hablar de amor libre, en una sociedad y en un momento
donde este tipo de consideraciones sólo podían ser hechas por varones, y no
precisamente en su sano juicio.
ANARQUISMO Y ROMANTICISMO: EMMA GOLDMAN Y EL
AMOR LIBRE.
El amor libre que predica Emma Goldman no es igual al amor promiscuo. Lo
más natural que tiene un ser humano es su sexualidad, por eso todo tipo de
organización social es anti-natural, porque la naturaleza no conoce de
organizaciones para darle paso a los mecanismos auto-reproductivos más fluidos
y perfectos que el hombre pueda imaginar. Toda institución diseñada para
controlar la espontaneidad de la naturaleza está condenada al fracaso o a la
destrucción de la naturaleza misma. Y en esa dirección no hay nada más libre
que el amor.
La propuesta del amor libre hecha por los anarquistas tiene que ver
particularmente con la más sencilla, y al mismo tiempo la más complicada de las
escogencias que hace cualquier ser humano en cualquier parte del mundo, en todo
momento; nos referimos a la pareja con quien desea unirse, o al amigo o amiga
con quien quisiera compartir sus más profundos y acendrados ensueños.
Curiosamente, en las relaciones que Emma Goldman tuvo con algunos de sus
camaradas de lucha, las peleas y desacuerdos por celos amargaban el posible
proyecto de vida que pudiera haber construido con ellos. A Johan Most lo
agredió en público con un látigo, en un arrebato de cólera, porque el dirigente
alemán se había dedicado desde su revista a difamar a Alexander Berkman,
compañero de Emma en prisión, acusado de conspiración para asesinar a un
empresario cuyos guardaespaldas habían ultimado a tiros a nueve trabajadores en
huelga38.
Berkman sería condenado a veintidos años de prisión que , con sus
veintiún años de edad, iban a representar lo mejor de su vida en el encierro de
una asquerosa prisión de Pennsylvania. Sólo cumplió catorce de la condena, pero
esta reducción de la pena se le debía en gran parte a la extraordinaria labor
que Emma Goldman había hecho en todos los sectores sociales y políticos de los
Estados Unidos, para lograr tal propósito. Llegó a impartir a veces hasta 150
conferencias en un año, para recaudar fondos y pagar abogados, sobornos y otras
regalías que le permitieran a su compañero salir antes de lo planeado.
La pasión con que Emma Goldman conducía sus relaciones personales casi
siempre terminaban en fuertes altercados. Most, desde el momento en que ella le
indicó claramente que no quería nada con él, reaccionó de una forma en absoluto
incoherente con sus creencias anarquistas, supuestamente apoyadas en la
tolerancia y jamás en la clásica posesión burguesa que tanto criticaba. Los
celos que Most llegó a sentir por Berkman lo llevaron al extremo de acusarlo de
incompetente para el terrorismo individual, una acusación que en los medios
políticos anarquistas de la época, era en extremo insultante.
La amistad, la solidaridad, el compañerismo, la lealtad y una total
entrega a la causa de la redención de los seres humanos, de su muchas veces
inconsciente opresión constituían algunos de los ingredientes de esa seductora
forma de vida que los anarquistas como Emma Goldman llamaban amor libre. En
prisión, en la isla de Blackwell's Island, donde estuvo encerrada cerca de un
año por incitación a la violencia, Emma logró hacerse de una gran cantidad de
amigas y amigos, como el Dr. White, un noble personaje que la introdujo en los
asuntos de la enfermería, actividad para la cual Emma dedicaría una parte
importante de su vida39.
Pero fueron las prisioneras, mujeres humilladas y explotadas de una
manera atroz por un sistema penitenciario primitivo y devastador, quienes
terminarían siendo sus mejores compañeras de encierro. Puesta al frente de los
talleres de costura de la prisión y a cargo de la enfermería, la prisionera
Emma Goldman tuvo enfrentamientos serios con los administradores de aquella,
sobre todo cuando se le exigía la sobrexplotación de sus compañeras. Siempre
que se negó terminó en el calabozo, un lugar apestoso e inmundo donde Emma
irremisiblemente empeoraría de su reumatismo.
Estaba visto que su experiencia en la prisión, le haría valorar con
mucha más claridad la enorme importancia de las prisiones para el sistema
burgués. El amor libre, el amor que se da sin ataduras, al amigo, al compañero,
al amante, sin convencionalismos o limitaciones de ninguna especie, tenía que
saltar por encima de cualquier tipo de encierro. Por eso le resultaban
detestables las prisiones, como a Pedro Kropotkin (1842-1921), a quien logró
entrevistar en unas dos o tres ocasiones40, interesada en el balance que
pudiera haber hecho el viejo y brillante pensador ruso sobre la revolución
bolchevique y el futuro que les esperaba a los anarquistas como él en la Rusia
del mañana.
Toda forma de rebeldía había encontrado siempre un destino siniestro: el
hospital para enfermos mentales o la prisión, como nos indicaba Foucault
(1926-1984)41. Y tratándose de mujeres el asunto había sido aún más represivo,
puesto que la hoguera, el potro o el descuartizamiento público, habían sido los
instrumentos con que el poder fálico destruía sus intentos de emancipación42.
El amor libre, como lo entendían Emma y sus camaradas, tenía que ser una
fuerza, un conjunto de acciones mediante las cuales las personas involucradas
fueran capaces de liberarse mutuamente, jamás podía ser una actitud
contemplativa, solo reflexiva y racionalista. Para que en realidad terminara
siendo una fuerza incontrolable, el amor libre debería ser libre amor, es decir
un sentimiento, una emoción capaz de remover todos los obstáculos imaginables
que se pudieran poner en su camino, como hubiera hecho Emma para apoyar en todo
momento, en las buenas y en las malas, a su entrañable compañero Sasha Berkman43.
Resulta entonces muy difícil entender eso que Emma llamaba amor libre,
si nos limitamos a definirlo únicamente a partir de sus aristas sexuales o
pasionales. Ella confiesa con mucha insistencia, en su correspondencia, en sus
discursos y en algunos de sus ensayos, la urgencia de que el amor libre sea
visto de esa manera y no de otra44. Es decir que, para Emma Goldman el amor
libre no se expresa sólo a través de la cantidad de amantes que una persona
pueda haber tenido en su vida, sino en virtud de la riqueza emocional, que esa
persona en particular, a la que se le han dado todos nuestros sueños y
esperanzas, es capaz de producir en el proyecto general de nuestra existencia45.
Era el amor por Sasha, y su triste condición de presidiario joven, el
que hacía que Emma viera a sus compañeras de prisión, como hermanas sufrientes
y valiosas en la lucha por la vida. La misma que le hizo aceptar con tolerancia
y sentido de la creatividad anarquista, su amistad con el capellán de la cárcel
donde estaba. Porque se requería creatividad acercarse a un cura católico con
un mayor grado de vulnerabilidad, que a los rabinos con los que tuvo contacto.
Esa vulnerabilidad poderosa fue la que hizo que Emma, en muchas ocasiones, no
negara explícitamente la existencia del Dios católico, y manifestara
sistemáticamente un ateísmo ambiguo, más parecido a un cierto tipo de
agnosticismo escolástico que a una incredulidad absoluta. Por eso a veces, uno
la ve más cerca de Tolstoi que de Bakunin.
La duda sistemática, de fuerte sabor ilustrado, hace que el anarquismo
de Emma incruste sus raíces en las ideas de una pensadora como Mary
Wollstonecraft (1759-1797), madre de Mary Shelley (1797-1851), creadora del
emblemático personaje del monstruo de Frankenstein, y una de las pioneras (la
primera Mary no la segunda) en atreverse a hablar del amor libre, de la
solidaridad, de la amistad, y del profundo respeto por el ser humano que la
Ilustración francesa promovería en su momento46.
La rebelión que trajo consigo el aflojamiento de las amarras sexuales
impuestas sobre las mujeres de la burguesía, no fue el producto de un gesto
patibulario incoherente y sin dirección. La rebeldía sexual era un instrumento
muy efectivo para que, al recuperar el control de su propio cuerpo, las mujeres
le hicieran ver al mundo la posibilidad de acercarse a los otros sin
manipulación y mercantilización de las emociones más valiosas de que son
portadores los seres humanos. Las distintas dimensiones del amor libre,
emergían así entonces, con una claridad positiva, puesto que reducir el amor a
la simple humedad de un acto sexual, era quitarle todo su poder expresivo a un
poema, una canción o un estrechamiento de manos. No olvidemos que durante la
era victoriana, las mujeres tenían todos estos ingredientes debidamente
reglamentados, para que la disciplina social, el buen gusto y las buenas
maneras no se perdieran. Recordemos que a las mujeres se les decía hasta cómo
debían sentarse, qué hablar y cuáles silencios eran oportunos. Entonces, la
rebeldía sexual en este caso no fue sólo una recuperación del cuerpo, fue
también una conquista del espacio de privacidad, de vida íntima y libertad
individual a que todo ser humano tiene derecho. Que las mujeres de la burguesía
victoriana hubieran iniciado este proceso, es sólo el resultado de que su
condición económica, social, política y cultural lo hacía rápidamente posible,
sin que por ello las mujeres de las clases trabajadoras, más conservadoras,
religiosas y explotadas, hubieran tenido una participación de menor
beligerancia e impacto.
El puritanismo, la moralidad gazmoña, y la estupidez clerical parecían
ser las más odiadas amarras que una idealista y una rebelde como Emma quería
deshacer, sobre todo cuando eran las mujeres las que más atadas estaban por
ellas. Escribió, conferenció activamente, y participó en cuanto mitin le fue
posible para combatir un conjunto de valores que sólo beneficiaban a unos
pocos, y dejaban a la gran mayoría en el más absoluto desamparo espirtual y
material.
La santurronería de la burguesía norteamericana de la época era para
Emma Goldman, uno de los dispositivos más esenciales para comprender el falso
recato que desplegaban algunas instituciones, como la Iglesia Católica, en lo
que concernía a las posibilidades reales de que las mujeres participaran
activamente en la vida política de ese país, los Estados Unidos. Emma
consideraba que el fetichismo al que eran propensas particularmente las
mujeres, las hacía más vulnerables al menú ideológico que se les quería vender,
pero entre 1887 y 1936 ella probó que era factible otro tipo de acercamiento a
la combatividad que eran capaces de desplegar las mujeres, cuando se trataba de
brindar solidaridad y verdadero apoyo a causas que les eran entrañables. El
trabajo que ella u otras, como Tina Modotti (1896-1942)47, realizaron en favor
de la causa republicana durante la guerra civil española (1936-1939), seguirá
siendo un ejemplo profundo de lo que es el amor sin ataduras.
La beligerancia organizativa de los anarquistas en aquella guerra es un
capítulo espléndido de la historia del siglo XX, puesto que en ella las mujeres
desarrollaron un nivel de compromiso y de entrega realmente excepcional.
Resultará a todas luces imposible realizar un balance justo de dicha guerra sin
mencionar la contribución hecha por las mujeres en todos los terrenos: como
diplomáticas, intelectuales, activistas, en la labor de agitación y en las
trincheras propiamente dichas48.
El amor libre en definitiva probó ser, según nos lo enseñó Emma Goldman,
en la práctica y en la teoría, un instrumento eficacísimo para el acercamiento
de los hombres y de las mujeres que comparten un mismo ideal: la libertad más
absoluta, sin cortapisas de ninguna especie. Junto a ello, Emma probó también
que no es posible la solidaridad si ésta no tiene además dimensiones
internacionalistas, por eso sus reflexiones y sus acciones contra el
imperialismo y el patrioterismo alcanzaron igualmente alturas de gran
relevancia práctica para el quehacer de los anarquistas.
ANARQUISMO Y UTOPÍA: EMMA GOLDMAN Y LOS TOTALITARISMOS.
El anti-autoritarismo de Emma Goldman es antes que nada un
internacionalismo. Eso significa que la causa por la libertad, donde quiera que
ésta estuviera sujeta a represión, iría a estar por encima de cualquier otra
consideración de orden teórico o político.
A todo lo largo de su vida, Emma Goldman entró y salió de varias
prisiones, no sólo en los Estados Unidos, sino también en otras partes de
Europa y Canadá. Sorprendente que fuera víctima de un trato así, porque los
motivos recurrentes de sus encarcelamientos eran algo que hoy podría pasar por
ridículo en algunos países. En otros, Emma seguiría encontrándose a gusto como
luchadora. Su valiente defensa de los derechos de las minorías, como los homosexuales,
a quienes ella llamaba "el sexo intermedio", le ocasionaron serios
problemas con las autoridades y el moralismo rancio y acartonado de sociedades
como la británica49.
Hubo años en que Emma Goldman, como decíamos atrás, llegó a impartir
hasta 150 conferencias en cuestión de meses, a más de 50, 000 personas, en 27
ciudades de 25 estados distintos de la unión americana, pero siempre encontró
oposición, el abucheo irrespetuoso de algunas bandas de saboteadores que se
mezclaban con los asistentes para estropear sus conferencias, el cierre y la
denegación de los permisos para utilizar las salas y salones concedidos a otro
tipo de conferencistas, y finalmente hasta el asalto de la policía, al extremo
que había que sacarla en hombros de guardaespaldas, para impedir que fuera
agredida.
Las multas, las fianzas, y la perenne tirantez con las autoridades de
migración del Gobierno de los Estados Unidos, que insistía en considerarla una
"ciudadana extranjera indeseable", marcaron la vida de Emma Goldman
hasta en sus más mínimos detalles. Si hay alguien que hubiera desarrollado un
buen criterio sobre las prisiones en aquel país fue precisamente esta mujer,
que se atrevió en varias ocasiones a disertar sobre el derecho al aborto, a las
distintas formas de contracepción, y sobre el derecho al placer sexual que
tienen las mujeres, en una sociedad que consideraba imposible que una dama
hablara sobre este tipo de asuntos, difílmente aceptables aún entre varones. El
destino de las mujeres estaba sellado por su capacidad de reproducción, lo que
impedía que el sexo fuera para ellas otra cosa más que traer hijos al mundo.
Pero algunos consideraban que tales materias eran controversiales en la
sociedad norteamericana, donde una burguesía fuerte y vigorosa se daba el lujo
de decirle a la gente lo que debía pensar, sentir y hacer con su vida privada y
pública. El puritanismo y la moralidad de campanario le pertenecían al
capitalismo y resultaba inimaginable que el mismo tipo de mojigatería se diera
en la sociedad socialista que se trataba de construir en la Unión Soviética.
Esta es una de las cuestiones que más problemas le produjo a Emma
Goldman. Todo anarquista consciente y riguroso con su forma de pensar, desde
figuras venerables como William Godwin (1756-1836) y su compañera Mary
Wollstonecraft, ha partido de la base de que la autoridad y el autoritarismo
son los responsables de tantos males en la sociedad contemporánea50. En la
sociedad capitalista el poder y la riqueza configuran una alianza perjudicial
para el desposeído. Pero en la sociedad socialista, supuestamente diseñada para
servir al último, el autoritarismo tiene mayor arraigo puesto que se basa en el
mito de que si el proyecto de clase está al servicio del pobre, es irracional
que éste critique lo que ha sido concebido para atenderlo y protegerlo.
Las sociedades totalitarias, en las que el autoritarismo es la forma más
visible de la intolerancia, tienen el problema de que construyen una mitología
sobre su perfección y eficiencia absolutas, pero sus ideólogos son los que
menos creen en esa clase de mitos. Cuando Lenin, Trotsky, Stalin (1879-1935) y
el resto de los bolcheviques se decidieron a darles un nuevo proyecto de utopía
a los trabajadores de la vieja Rusia, creyeron y cultivaron el mismo hasta el
momento en que los obreros y campesinos se volvieron demasiado exigentes y
terminaron cuestionando la legitimidad, no sólo ideológica, sino también
política y social de tal proyecto.
Esa clase de asuntos le encantaban a Emma Goldman, pues ella creía que
la polémica con los bolcheviques sólo tenía sentido si los resultados
beneficiaban a la larga a todos los trabajadores rusos y no sólo a aquellos
ligados con la burocracia del partido. El ataque contra los anarquistas, y las
muestras de independencia intelectual y política de algunas mujeres vinculadas
muy estrechamente con el proceso revolucionario, tales como Angelica Balabanov,
Alejandra Kollontai (1872-1952) o Nadezhda K. (1869-1939), la compañera de
Lenin, estorbaron de forma notable la labor política e intelectual de hombres
como Trotsky o Stalin, debido a su independencia de criterio y a su imaginación
analítica.
En su peregrinar por Europa, luego de que tuviera serios problemas con
las autoridades bolcheviques en Rusia, Emma Goldman tuvo que enfrentar también
el sarcasmo y las críticas feroces de los sindicatos y de los partidos de
izquierda británicos, alemanes y franceses, que veían en el proceso
revolucionario ruso una esperanza para la clase trabajadora toda51.
En el fondo de toda esta cuestión hay un aspecto que debe ser
debidamente enfatizado, y es que Emma Goldman nunca dejó de creer en las
posibilidades y objetivos reales de la revolución rusa, a pesar de su actitud
crítica y distante. Como toda buena revolucionaria creyó en las motivaciones
iniciales de dicho proceso, pero su actitud se volvió prudente y cautelosa una
vez que, después de 1921, los bolcheviques empezaron a mostrar su
intransigencia con las críticas y las constantes demandas por el envío a prisión
de sus oponentes52. En definitiva, un hombre como Trotsky, tan decidido a
destruir el viejo y bien consolidado movimiento anarquista ruso, enfrentaría a
la larga las consecuencias de sus propias estrategias de lucha, al caer en
manos de uno de los peores tiranos de que tenga memoria la historia política
occidental.
Emma Goldman, desde lo más profundo de su fe en la libertad individual,
ya veía, de forma bastante temprana, los pasos de gigante que el burocratismo
bolchevique estaba dando desde 1922. Pero las críticas de ella no se dirigían
solamente al peligro que el progresivo estatismo representaba en Rusia, sino
también a lo que estaba sucediendo en Italia y Alemania. Sus nociones del
individualismo libertario reposaban en gran medida en la inspirada obra de
autores norteamericanos como Thoreau (1817-1872), Emerson (1803-1882) y Whitman
(1819-1892), por lo que el centralismo autoritario le resultaba a todas luces
insoportable, no tanto por la violencia con la que estaba cambiando la
situación en Rusia, después de tantas esperanzas puestas en la revolución, sino
porque, también el proceso que tenía lugar en Italia y Alemania, indicaba
claramente hacia donde se dirigía la civilización occidental53.
Nunca se detuvo a hacer distinciones entre autoritarismo y
totalitarismo, como nos indicaba Joyce Antler, porque habría que esperar hasta
después de la segunda guerra mundial (1939-1945) para que la brutalidad de
estas expresiones políticas se manifestara en toda su amplitud, pero ya tuvo
intuiciones brillantes cuando en su polémica con Trotsky inevitablemente tuvo
que rozar el problema del futuro del individuo en Occidente54.
La guerra civil española (1936-1939), sobre la cual Emma escribió con
mucho sentido de la responsabilidad, a pesar de los serios problemas que tenía
con el idioma, le permitió darse cuenta de los límites reales de la utopía
anarquista, aunque con frecuencia, encontramos en algunos de sus escritos un
acercamiento discreto y precavido a la idea de utopía en general55. Pero el
asunto es que, la guerra civil española la puso frente a frente con el problema
de la relación entre individualismo y corporativismo en un posible proyecto de
sociedad basado en los ideales del anarquismo. El tema ha sido motivo de
enconadas discusiones y debates en el mundo intelectual libertario hasta el
presente. Incluso teóricos del calibre de Castioriadis (1922-1997) jamás se
atrevieron a intentar darle una respuesta definitiva a un problema que, si
somos rigurosos56, se remonta a los escritos originales de Proudhon con el afán
de sistematizar la herencia anarquista de la revolución francesa57.
En el totalitarismo entonces, Emma veía algo más que un conjunto de
expresiones mal articuladas de distintos autoritarismos, visión que no llegó a
completar en su análisis de la revolución rusa. Pero la participación de los
anarquistas en la guerra civil española, la hizo pensar en las posibilidades
del individuo y de la organización con fines eminentemente de ayuda mutua. Sin
el apoyo de las brigadas internacionales el autoritarismo franquista en España
se hubiera instalado en el poder mucho antes de lo que tenía previsto la
historia. Esto lo comprendió muy bien Emma y desde sus reflexiones tempraneras
sobre el burocratismo excesivo de la revolución rusa, ya preveía el daño que puede
causar a la libertad individual una maquinaria burocrática especialmente
diseñada para estrujar cualquier expresión de iniciativa personal que trate de
sacudirse los controles de la misma. Con posterioridad hombres como Trotksy,
que por una triste ironía moriría asesinado por un agente estalinista en México
el mismo año que Emma, le darían a ésta, sin reconocérsela, la razón de su
análisis sobre el estrecho contacto entre autoritarismo y totalitarismo para
entender el desarrollo del pensamiento político occidental. Sin embargo, a
pesar de sus cálidas intuiciones teóricas, Emma fue antes que nada, un gran
testimonio sobre lo que la práctica le tiene reservado a los intelectuales y
activistas de perfil libertario. Más todavía cuando se trata de mujeres. En este
caso, Emma hizo lo que muchos anarquistas varones no hubieran podido: correrles
el velo a las mujeres de su ceguera sobre el papel que debían jugar en la
sociedad, y sobre todo, hacerles ver que en un régimen autoritario ellas son
doblemente oprimidas. Por eso, sostenía, la mujer tiene una propensión natural
hacia el anarquismo.
CONCLUSIÓN GENERAL.
Emma Goldman terminó enterrada en Chicago, en el mismo cementerio donde
estarían los mártires de la masacre de Haymarket de 1887. Pero sería trasladada
ahí después de que muriera en Canadá, puesto que ya cadáver el gobierno de los
Estados Unidos no la consideró peligrosa y permitió su entierro en aquella
ciudad. Después de que volvió a Rusia, nunca pudo regresar a los Estados
Unidos. Y cuando la situación se agravó en Europa, con el ascenso de los nazis
al poder en 1933 y todo eso, las leyes de migración se tornaron más duras y
selectivas, por lo que para ella se hizo casi imposible recuperar su antiguo
espacio en la sociedad norteamericana, que nunca la entendió.
Era lógico, la obra de Emma Goldman está hecha con los ideales y el
romanticismo del siglo XIX, el siglo burgués por excelencia, pero también posee
algunos ingredientes del nuevo siglo, sobre todo su sentido práctico y su fría
articulación con la realidad. Sin ellos, las dos guerras mundiales no hubieran
sido posibles. Cuando combatía la conscripción en la primera guerra mundial,
Emma Goldman lo hacía como mujer que sabía solidarizarse con aquellas a quienes
la guerra les podía arrebatar sus hijos, sus hermanos, sus padres y sus
compañeros. Pero también lo hacía como persona y humanista consciente del
tremendo monstruo que la industrialización capitalista, arrogante,
indiscriminada e irresponsable había traído al mundo.
Las transformaciones que se suscitaron durante los primeros cuarenta
años del siglo XX, no le pasaron desapercibidas a Emma Goldman. Porque fueron
cambios y alteraciones en su visión del mundo, una que ella había recibido de
un siglo XIX ruso y norteamericano repleto de contrastes y paradojas.
Felizmente, la paradoja es el caldo de cultivo del pensamiento anarquista, y es
ella la que permite construir análisis de la sociedad sustentados en éxitos y
fracasos, avances y retrocesos, sueños y pesadillas. En el trabajo intelectual
de Emma Goldman ésto se nota con gran claridad, y casi podríamos decir que hizo
del fracaso su más notable propósito.
Pero se atrevió a decir cosas que nadie en otros momentos había tenido
el coraje ni siquiera de mencionar. Al hacerlo les devolvió a las mujeres, a
los trabajadores, a los discriminados de toda clase, un poco del orgullo que la
excesiva racionalización capitalista les había arrebatado, en nombre de una
supuesta eficiencia productiva. Este tipo de darwinismo social no desapareció
con Emma Goldman, pero ella contribuyó notablemente a llamar nuestra atención
en el sentido de que los mecanismos del poder siguen actuando aunque los
sujetos del mismo hayan desaparecido.
Con Emma Goldman las mujeres occidentales sobre todo, recibieron una
inyección de orgullo y claridad de propósitos. Sus críticas a cierto tipo de
feminismo que predica que el único varón bueno es el varón castrado, tienen un
eco valioso en el presente, pues ese estilo de enfoques sigue con nosotros. No
obstante, apegados a la tradición anarquista de fomentar y proteger la más
absoluta tolerancia y libertad en las palabras y las acciones, los esquemas de
pensamiento del más radical de los feminismos siempre tendrá algo que decir,
cuando se trata de rebelarse contra cualquier expresión autoritaria e
irrespetuosa de las libertades individuales. En esa dirección, Emma Goldman
dijo, escribió e hizo mucho.
Hoy día, los desafíos de la sociedad capitalista superdesarrollada
pudieran haber dejado atrás algunas de las inquietudes que tuviera en su tiempo
Emma Goldman. Pero, con sinceridad, dudamos que se haya avanzado mucho en la
conquista de los derechos de los homosexuales, en la igualdad plena de las
mujeres en el trabajo, en la libertad de palabra y de reunión. A este respecto,
la sociedad burguesa contemporánea sigue tan retrógrada como lo era a
principios de este siglo.
No olvidemos, por otro lado, que la jornada laboral de ocho horas, los
derechos sindicales y de prensa, jamás fueron concesiones gratuitas y graciosas
de los grupos sociales dominantes. El costo que tuvieron que pagar los
trabajadores de todo el mundo, se nos ha vuelto invisible hoy, cuando pareciera
que al evaporarse los sueños que nos legó el siglo XIX, sólo nos quedan sus
pesadillas. Por eso, recuperar a pensadoras como Emma Goldman, es requisito
hoy, para que la sensibilidad y la capacidad de soñar no se nos vaya de las
manos con la globalización, que entre otras cosas, aspira a que el individuo,
por el que tanto luchó una mujer como ella, termine percibido únicamente como
una máquina de consumo.
Es curioso, pero en un libro nuestro publicado en 199858, se dicen cosas
muy comunes y conocidas por la mayor parte de la gente sobre la globalización,
pero pareciera que se oyen distinto cuando se dicen con el corazón. Eso lo
aprendimos de hombres y mujeres como Emma Goldman. Hablar con el corazón sólo
se hace difícil si se está atascado dentro de la propia piel. El
individualismo, por el contrario, que predica el anarquismo de una mujer como
Emma, busca devolverle a la persona el control sobre su propia vida, ya que,
según nos dice Foucault otra vez, ya no sabemos quién se hizo cargo de los
hilos de nuestra propia existencia59. Tal recuperación, tal rescate es una
tarea perentoria, sin la cual la civilización carece de propósito. Devolverle
el sentido a nuestra individualidad es una empresa que Emma apenas vislumbró,
pero sobre la cual al menos nos llamó la atención. Con ella empezamos a ver,
como diría Foucault de nuevo.
CITAS:
1.
GOLDMAN,
Emma. "Anarchism: What it really stands for?". En ANARCHISM AND OTHER
ESSAYS (New York and London, Mother Earth Publishing Association, Second
Revised Edition, 1911) Pp.53-73.
2.
Idem.
VIVIENDO MI VIDA (Madrid: Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo.
1995). Tomo 1. Pp.145-162.
3.
Existen
varios trabajos de Marx sobre este asunto. Su estudio sobre la Comuna de París
(1871), LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA (hay varias ediciones) es un buen comienzo.
Pero el texto de LENIN, EL ESTADO Y LA REVOLUCIÓN (varias ediciones) es
insuperable para comprender esta cuestión.
4.
NOVACK,
George y otros. LAS TRES PRIMERAS INTERNACIONALES. SU HISTORIA Y SUS LECCIONES.
(Bogotá, Colombia: Ed. Pluma. 1980) Pp. 36-59.
5.
MARX Y
ENGELS. EL MANIFIESTO DEL PARTIDO COMUNISTA. (Moscú: Editorial Progreso. 1971)
Tomo 1 de las OBRAS ESCOGIDAS. Pp. 12-50.
6.
BAKHUNIN,
Mikhail. MARXISM, FREEDOM AND THE STATE (Sidney, Freedom Press. 1950). Pp.
3-25.
7.
MARX,
Carlos. LA GUERRA CIVIL EN FRANCIA . En OBRAS ESCOGIDAS. Loc. Cit. Pp. 453-525.
8.
Idem.
Loc. Cit.
9.
BAKHUNIN,
Mikhail. Op.Loc.Cit.
10.
Idem.
11.
Idem.
12.
NOVACK,
George y otros. Op.Loc.Cit.
13.
KENAFICK,
K. J. MICHAEL BAKUNIN AND KARL MARX (Sidney, 1996) P.337.
14.
NOVACK,
George. Op.Loc.Cit.
15.
GOLDMAN,
Emma. 1995. Op.Loc.Cit.
16.
QUESADA
MONGE, Rodrigo. "Anarquismo y feminismo: las mujeres en el debate
antimperialista (1898-1902)". En MEMORIA DEL COLOQUIO EL 98
HISPANOAMERICANO (Heredia, Costa Rica: EUNA. Centro de Estudios de Estudios
Generales. 1998). Pp.43-53.
17.
Idem.
18.
GOLDMAN,
Emma. MY DISILLUSIONMENT IN RUSIA (London: C.W. Daniel Company, 1925). Capítulo
I.
19.
GOLDMAN,
Emma. MY FURTHER DISILLUSIONMENT IN RUSIA (New York: Garden City. Doubleday,
Page and Company. 1924) Capítulos VI, VII, VIII, IX y XII.
20.
CARR,
E. H. LA REVOLUCIÓN BOLCHEVIQUE. 1917-1923. (Madrid: Alianza. 1973) 3 vols.
21.
MAIER,
Franz George. BIZANCIO. (México: Siglo XXI eds. 1974). Tomo 13 de la HISTORIA
UNIVERSAL SIGLO XXI. Pp.165-171.
22.
BERLIN,
Isaiah. PENSADORES RUSOS (México: Fondo de Cultura Económica. 1985) Pp.
391-440.
23.
CARR,
E.H. Loc. Cit.
24.
GOLDMAN,
Emma. 1925. Op.Loc.Cit.
25.
Idem.
26.
PRESLEY,
Sharon. Voltairine de Cleyre. En THE STORM (Winter 1979). No.8.
27.
GOLDMAN,
Emma. 1911. Op.Loc.Cit.
28.
Idem.
29.
ANTLER,
Joyce. "Radical Politics and Labor Organizing". En THE JOURNEY HOME.
HOW JEWISH WOMEN SHAPED MODERN AMERICA (New York: Schocken Books.1997). Pp.73-98.
30.
HAVEL,
Hippolyte. "Emma Goldman". En GOLDMAN, Emma. 1911. Op. Cit.
31.
GOLDMAN,
Emma. THE SOCIAL SIGNIFICANCE OF MODERN DRAMA (Boston: Richard G. Badger. 1914;
The Gorham Press. Boston. USA).
32.
GOLDMAN,
Emma. 1911. Loc.Cit.
33.
Idem.
34.
Idem.
35.
Idem.
36.
Idem.
37.
Idem.
38.
Idem.
39.
Idem.
40.
KROPOTKIN,
Pedro. LAS PRISIONES. (Barcelona, Palma de Mallorca: Pequeña Biblioteca Calamus
Scriptorius. 1977). Pp. 49-57.
41.
FOUCAULT,
Michel. VIGILAR Y CASTIGAR. EL NACIMIENTO DE LA PRISIÓN. (Madrid: Siglo XXI
eds. 1997. 26a. edición.). Pp. 77-108.
42.
KING,
Margaret L. WOMEN OF THE RENAISSANCE. (The University of Chicago Press, 1991)
Introduction.
43.
GOLDMAN,
Emma. 1911. Loc.Cit.
44.
Idem.
45.
Idem.
46.
Véase
el capítulo VII de este libro.
47.
PONIATOWSKA,
Elena. TINÍSIMA (México: ERA. 1992). Es una biografía novelada de la ilustre
mujer italiana, excelente para conocer la historia de la cultura de la primera
parte de este siglo.
48.
ARÓSTEGUI,
Julio. "La guerra civil en España". En LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA.
HITLER INVADE AUSTRIA Y CHECOSLOVAQUIA. Tomo 14 de la serie SIGLO XX. HISTORIA
UNIVERSAL. (Madrid: Historia 16. 1998) Pp. 81-108.
49.
GOLDMAN,
Emma. 1911. Loc. Cit.
50.
WOODCOCK,
George. EL ANARQUISMO. HISTORIA DE LAS IDEAS Y MOVIMIENTOS LIBERTARIOS.
(Barcelona: Ariel. 1979) Introducción.
51.
GOLDMAN,
Emma. 1925. Loc.Cit.
52.
Idem.
53.
GOLDMAN,
Emma. 1911. Loc.Cit.
54.
ANTLER,
Joyce. Op.Loc.Cit.
55.
GOLDMAN,
Emma. Idem. Loc.Cit.
56.
Uno de
los más talentosos teóricos del anarco-sindicalismo europeo. De origen griego
escribió toda su obra en francés.
57.
WOODCOCK,
George. Op.Loc.Cit.
58.
QUESADA
MONGE, Rodrigo. GLOBALIZACIÓN Y DESHUMANIZACIÓN. DOS CARAS DEL CAPITALISMO
AVANZADO (Heredia, Costa Rica: EUNA. 1998).
59.
FOUCAULT,
Michel. MICROFICHA DEL PODER (Barcelona: Planeta/Agostini. 1995). Pp.153-163.
Rodrigo Quesada Monge (1952),
historiador costarricense con publicaciones en varias revistas de América
Latina. Tiene nueve libros sobre la historia económica, social y cultural de
América Central y del Caribe. Premio Nacional (1998) de la Academia de Historia
y Geografía de su país.
© Rodrigo Quesada Monge 2001
Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de
Madrid
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