Tenía tantas ganas de seguir escribiendo sobre la maternidad desde hace tiempo pero de pronto el cansancio, el bloqueo mental, la desidia, muchas cosas juntas me impedían seguir con esto de desahogar los sentires con la escritura, pero hoy, justo hoy es el día que más necesito echar todo afuera y ahí voy.
Ya mi hija tiene 14 meses y todas las emociones que en este lapso se han sucedido me tienen entre extasiada, confundida y alterada. Me enamoro cada día de manera sorprendente de su sonrisa, de su cuerpo juguetón, sus miradas -es tan expresiva-, sus travesuras y bromas. También me enoja algunas situaciones pero sé que poco a poco podré ir haciéndole entender estos límites que ahora prueba y me molestan. Otra es el miedo, cuando se avienta, se corta, se cae, hace lo que todo huracán podría hacer en su existir, vivir de manera extrema -lo que eso signifique para una beba-.
Por muchos meses me han reconocido la paciencia que tengo, el no estallar, el ser muy relajada en la crianza, en mi soltería, en los sucesos, en los sustos, pero hoy ya no pude, se me junta la emoción de compartir este espacio de vida con ella, de estar sintiendo la muerte de mi mamá, el tenerme que mudar, la falta de tiempo, el cansancio, las ansias de un hombro para llorar, de un abrazo que conforte, de un oído que me escuche y de unas manos que me ayuden a cuidar a mi amor mientras puedo respirar por un minuto.
Hoy comenzó con más de dos horas pegadas a la teta, tenía pendientes de trabajo, salir por comida, hacer la limpieza del depa, recoger todo lo que había tirado, lavar trastes, ropa, todo lo que se requiere para poder estar en calma conmigo, pero ella decidió que quería mucha teta y se prensó y no la soltó, en todo ese momento pasaron por mi cabeza tantas ideas, pensamientos, problemas por resolver, hasta que me llegó la desesperación, me sentí abrumada de que nadie estuviera ahí para pasarme un vaso con agua porque ella dormía pegada a mi teta y no podía levantarme y comencé a llorar, a llorar sin poderme contener y de una manera tan aparatosa, tan abrumadora, tan sonora y con tanta lágrima que solo pude seguirla acariciando en mi pecho y sentir.
No es la soledad, con ella he convivido bien y mal durante años, es el aislamiento, es la incertidumbre, es el no saber para donde ir. Hoy es un día pesado, cansado, hoy lloro y es lo mejor que puedo hacer, no me pidas más mundo o te mando a la mierda.